Lo
que podría haber sido una tarde soleada de miércoles como cualquier otra en el
Congreso de Buenos Aires, el 3 de junio se tornó en una búsqueda de justicia y
reconocimiento. La convocatoria #NiUnaMenos se hacía presente en la plaza. Promulgada
por periodistas mujeres a través de las redes sociales, tuvo como puntapié
inicial el asesinato de Chiara Paez, una joven de 14 años. Por este y todos los
femicidios, varias ciudades de Argentina se sumaban con sus propias
movilizaciones, aún estando lejos del centro porteño.
A
las cuatro y media de la tarde, todas las calles que rodeaban al Congreso ya estaban
llenas. Aún pidiendo permiso era difícil llegar, e incluso casi imposible. La
convocatoria estaba programada para las cinco, pero desde temprano podía verse
cómo las calles se iban llenando.
Grupos
políticos, de teatro, familias con carteles, mujeres, jóvenes e incluso hasta
algún que otro hombre, decían presente para pedir por justicia por las víctimas
de femicidio, exigir educación sexual para evitar que se repitan estos casos y
también para erradicar la trata de blancas.
A
medida que los minutos pasaban, las calles se llenaban más y más. Los carteles
de familias pidiendo justicia se extendían a lo largo del camino; como así
también las mujeres que levantaban los brazos para mostrar frases como “si te
quiere no te pega” o “yo elijo qué manos me tocan” y otros que seguían la misma
línea. Mujeres parándose frente a todas las cámaras, contaban su historia y
buscaban que otros las conocieran; el pudor desaparecía entre toda esa multitud
porque lo más importante para ellas era darse cuenta que no estaban solas en lo
que les había pasado o incluso todavía les pasaba.
Entre
todos los carteles, un grupo de chicas decidió poner su granito de arena
armando la figura de una mujer “decorada” con los conocidos volantes con
números de teléfono que aparecen pegados en las calles y postes de luz de la
ciudad, sostenían que “es un problema social que debe erradicarse desde abajo,
desde lo que sería la educación que es lo fundamental y primordial. Hoy vinimos
para apoyar la causa porque es importante decir presente y que se siga; es la
primer semilla que estamos sembrando y tiene que crecer con la ayuda de todos”.
A
las seis de la tarde, por micrófono anunciaban que la movilización había
finalizado y que debían empezar a despejar la plaza, pero aún así la gente
seguía concentrada en el lugar, como si no hubieran escuchado. Todos mantenían
los brazos en alto y caminaban para ver y dejarse ver. Nadie tener ganas de
irse y mientras más te adentrabas en la multitud, te encontrabas con más gente
que hablaba del tema; frases sueltas como “si el Papa fuera mujer, el aborto
sería ley” se escuchaban por el aire, pronunciadas por mujeres que sostenían que
“el aborto ilegal también es una forma de femicidio, porque hay mujeres que
mueren todos los días por mala praxis”.
También
podía verse hombres, aunque no muchos.
La mayoría acompañaban a mujeres o se encontraban en un grupo rodeados de
ellas, pocos llevaban carteles por su propia cuenta; pero uno en particular
llamaba la atención, “perdón” se leía bien en alto: “básicamente es para
pedirle perdón a todo el género femenino por haber reproducido la opresión
hacia ustedes desde siempre. Más allá del femicidio, es importante que se vea la
violencia machista en todos los ámbitos, tanto privado como público, en los
medios por ejemplo, que no paran de reproducir el machismo y lo único que hacen
es generar estereotipos que no se pueden cambiar o que no nos permiten cambiar:
con Tinelli cortándole la pollerita a las mujeres que bailan o con Del Sel
proponiéndose como candidato después de haber utilizado su machismo para
conseguir popularidad; básicamente, perdón por eso”; respondía el dueño del
papel blanco con letras negras.
Quienes
no llevaban carteles, se limitaban a sacar fotos o preguntar el porqué de
algunas frases. Otros simplemente preferían actuar para mostrar su punto de
vista. Muchos grupos de teatro de diferentes zonas de la provincia, eligieron
hacer puestas en escena en vivo, para que todos los presentes pudieran ver. Uno
en particular decidió actuar mientras estaban pintados de plateado, porque
representaban al Grupo de Teatro Las Estatuas de San Miguel; hombres y mujeres simulaban
ser parejas donde el hombre golpeaba a la mujer, hombres gritándoles a mujeres
por la calle o simplemente mujeres pintadas que representaban haber sido
golpeadas. “Con nuestro arte buscamos una manera de aportar a la
concientización desde el teatro, desde una plaza, desde una estatua o desde el
lugar que nos toque; creo que tenemos la posibilidad de llegar a las personas
de un modo distinto”, aseguraba Diego Goethe, el director de esta actuación.
Al
caer la noche, todos habían encontrado su propia manera de representar lo que
buscaban en esa plaza. Ambos sexos y de todas las edades caminaban dispuestos a
hablar y dejar sacarse fotos, sabiendo que todos buscaban lo mismo; “que la
sociedad pueda cambiar y dejemos de caminar con miedo, temiendo que el hombre
que nos mira y nos dice cosas, se nos acerque y nos ataque” aseguraba una joven
que levantaba un cartel que decía “lo que para vos es un ‘piropo’, a mi me da
miedo”.