4.10.15

Scream Queens y la violencia del Siglo XXI

Después de meses de publicidad a través de las distintas redes sociales, se estrenó Scream Queens, la nueva serie de Ryan Murphy, el afamado director de Glee y American Horror Story. Con casi 4 millones de espectadores en su primer capítulo, y siguiendo una línea oscura que intenta ser similar a la de AHS, la nueva serie presenta personajes femeninos protagónicos un tanto fuertes y controversiales.

En la casa Kappa, una hermandad universitaria, seis chicas tienen que escapar de un asesino disfrazado de diablo rojo, quien en cada capítulo va dejando nuevas víctimas. Además, hay un trasfondo aún más tétrico, relacionado a un personaje –del cual todavía no se sabe su verdadera identidad- hijo de una joven a la que sus compañeras dejaron morir 20 años atrás, luego de dar a luz en una bañera, durante una fiesta.

Se presenta como una historia de “venganza” aún indefinida, teniendo en cuenta que todavía no se sabe quién es el asesino ni mucho menos por qué intenta matar a chicas en el 2015. No son las mismas que estuvieron 20 años atrás ni tampoco se sabe si el asesino es realmente el hijo de aquella joven que murió. Con un leve dejo de ironía y tragicomedia, esta serie puede ser lo que algunos adolescentes necesitaban por parte de este director, quien no para de generar éxitos. Empero, hay una realidad detrás de todo esto; actualmente los casos de violencia de género siguen en aumento, tanto acá como en Estados Unidos –país de procedencia de la serie, donde cada año, alrededor de 1600 mujeres son asesinadas por hombres, según un informe del Centro de Políticas sobre Violencia- y en cierto punto, esto se ve más fomentado que erradicado en cada nuevo episodio.

Las protagonistas son chicas de entre 18 y 21 años que viven de la fiesta, el alcohol, el sexo y los lujos. Son jóvenes y audaces y creen llevarse el mundo por delante. Tanto ellas como la joven tranquila que llegó a la hermandad sólo para honrar la memoria de su madre muerta, corren peligro; así como también como toda mujer que se encuentre en el medio del camino del diablo, puede sufrir las consecuencias. En un principio se intentó mostrar una crítica  hacia estas chicas y sus temperamentos, poniéndolas en un lugar de tontas y superficiales que merecen morir de maneras trágicas y dolorosas, y se intentó jugar con el público para que las deteste a pesar de lo glamorosas que puedan ser; pero pronto la muerte mostró otra cara: sólo mueren mujeres. El único hombre atacado fue el personaje de Nick Jonas, quien al final del capítulo apareció vivo, demostrando que su muerte solo había sido una mentira.

Los actores tratan de alejarse de esa imagen que tiene la audiencia de los personajes típicos de las series; intentan buscar una complicidad a través de una manera de ser más acercada a la realidad con las frases que utilizan y también con la manera en la que actúan o desempeñan su papel. Pero no todo es color de rosa después de las actuaciones; las constantes muertes son ocultadas tanto por la líder de la hermandad –Chanel, el personaje de Emma Roberts-, una frívola y narcisista que sólo parece preocuparse por ella, por su ropa y por su novio; como también por todas las chicas que viven en la casa y día a día intentan o descubrir quién quiere acabar con sus vidas, o seguir como si nada estuviera sucediendo y disfrutar de la fiesta que les brinda la universidad a la que asisten.

Ryan Murphy se caracterizó por defender a los nerds y a los geek en la serie Glee, dándoles un protagonismo que a nivel mundial hizo que cambiara la situación crítica en la que se encontraban. No obstante, en esta nueva entrega vuelve a poner en tela de juicio el lugar que ocupan las nerds y las chicas populares, mezclándolas bajo el mismo techo; pero eso no excluye a ninguna de ser asesinada.

Las constantes muertes de mujeres en esta serie siguen en aumento, y no parece algo que fuera a preocupar al espectador, quien sigue alabando la nueva creación de Murphy y muestra una especie de fanatismo por las protagonistas. Pero hay una verdad que no se puede ocultar: son mujeres las que siguen muriendo, a manos de alguien que no se sabe quién es; sin alejarse mucho de la realidad, la violencia de género sigue en aumento y tal vez, más que mostrar cómo matan a un grupo de jóvenes de una hermandad, por más histéricas que sean, habría que dejar en claro que es algo que se debe frenar y no fomentar, ni siquiera a través de una satírica comedia dramática norteamericana. 

4.6.15

#NiUnaMenos



Lo que podría haber sido una tarde soleada de miércoles como cualquier otra en el Congreso de Buenos Aires, el 3 de junio se tornó en una búsqueda de justicia y reconocimiento. La convocatoria #NiUnaMenos se hacía presente en la plaza. Promulgada por periodistas mujeres a través de las redes sociales, tuvo como puntapié inicial el asesinato de Chiara Paez, una joven de 14 años. Por este y todos los femicidios, varias ciudades de Argentina se sumaban con sus propias movilizaciones, aún estando lejos del centro porteño.

A las cuatro y media de la tarde, todas las calles que rodeaban al Congreso ya estaban llenas. Aún pidiendo permiso era difícil llegar, e incluso casi imposible. La convocatoria estaba programada para las cinco, pero desde temprano podía verse cómo las calles se iban llenando. 

Grupos políticos, de teatro, familias con carteles, mujeres, jóvenes e incluso hasta algún que otro hombre, decían presente para pedir por justicia por las víctimas de femicidio, exigir educación sexual para evitar que se repitan estos casos y también para erradicar la trata de blancas.

A medida que los minutos pasaban, las calles se llenaban más y más. Los carteles de familias pidiendo justicia se extendían a lo largo del camino; como así también las mujeres que levantaban los brazos para mostrar frases como “si te quiere no te pega” o “yo elijo qué manos me tocan” y otros que seguían la misma línea. Mujeres parándose frente a todas las cámaras, contaban su historia y buscaban que otros las conocieran; el pudor desaparecía entre toda esa multitud porque lo más importante para ellas era darse cuenta que no estaban solas en lo que les había pasado o incluso todavía les pasaba.

Entre todos los carteles, un grupo de chicas decidió poner su granito de arena armando la figura de una mujer “decorada” con los conocidos volantes con números de teléfono que aparecen pegados en las calles y postes de luz de la ciudad, sostenían que “es un problema social que debe erradicarse desde abajo, desde lo que sería la educación que es lo fundamental y primordial. Hoy vinimos para apoyar la causa porque es importante decir presente y que se siga; es la primer semilla que estamos sembrando y tiene que crecer con la ayuda de todos”.

A las seis de la tarde, por micrófono anunciaban que la movilización había finalizado y que debían empezar a despejar la plaza, pero aún así la gente seguía concentrada en el lugar, como si no hubieran escuchado. Todos mantenían los brazos en alto y caminaban para ver y dejarse ver. Nadie tener ganas de irse y mientras más te adentrabas en la multitud, te encontrabas con más gente que hablaba del tema; frases sueltas como “si el Papa fuera mujer, el aborto sería ley” se escuchaban por el aire, pronunciadas por mujeres que sostenían que “el aborto ilegal también es una forma de femicidio, porque hay mujeres que mueren todos los días por mala praxis”.

También podía verse  hombres, aunque no muchos. La mayoría acompañaban a mujeres o se encontraban en un grupo rodeados de ellas, pocos llevaban carteles por su propia cuenta; pero uno en particular llamaba la atención, “perdón” se leía bien en alto: “básicamente es para pedirle perdón a todo el género femenino por haber reproducido la opresión hacia ustedes desde siempre. Más allá del femicidio, es importante que se vea la violencia machista en todos los ámbitos, tanto privado como público, en los medios por ejemplo, que no paran de reproducir el machismo y lo único que hacen es generar estereotipos que no se pueden cambiar o que no nos permiten cambiar: con Tinelli cortándole la pollerita a las mujeres que bailan o con Del Sel proponiéndose como candidato después de haber utilizado su machismo para conseguir popularidad; básicamente, perdón por eso”; respondía el dueño del papel blanco con letras negras. 

Quienes no llevaban carteles, se limitaban a sacar fotos o preguntar el porqué de algunas frases. Otros simplemente preferían actuar para mostrar su punto de vista. Muchos grupos de teatro de diferentes zonas de la provincia, eligieron hacer puestas en escena en vivo, para que todos los presentes pudieran ver. Uno en particular decidió actuar mientras estaban pintados de plateado, porque representaban al Grupo de Teatro Las Estatuas de San Miguel; hombres y mujeres simulaban ser parejas donde el hombre golpeaba a la mujer, hombres gritándoles a mujeres por la calle o simplemente mujeres pintadas que representaban haber sido golpeadas. “Con nuestro arte buscamos una manera de aportar a la concientización desde el teatro, desde una plaza, desde una estatua o desde el lugar que nos toque; creo que tenemos la posibilidad de llegar a las personas de un modo distinto”, aseguraba Diego Goethe, el director de esta actuación. 

Al caer la noche, todos habían encontrado su propia manera de representar lo que buscaban en esa plaza. Ambos sexos y de todas las edades caminaban dispuestos a hablar y dejar sacarse fotos, sabiendo que todos buscaban lo mismo; “que la sociedad pueda cambiar y dejemos de caminar con miedo, temiendo que el hombre que nos mira y nos dice cosas, se nos acerque y nos ataque” aseguraba una joven que levantaba un cartel que decía “lo que para vos es un ‘piropo’, a mi me da miedo”.