7.6.14

Septième Art

Los inicios y lo que siguió
Enamorarse es sentir mariposas en la panza, temblor en las rodillas y que tu corazón lata más fuerte de lo normal. Cuando uno escucha las palabras amor, flechazo o enamoramiento, piensa automáticamente en una persona. Yo pienso en el amor que hace que día a día me sienta viva, feliz, y que está siempre que lo necesito…
Amor para mí es esperar meses a que se estrene una película, es sentir mariposas en la panza cada vez que veo un tráiler o escucho una canción relacionada con alguna escena o personaje.
El cine apareció con los hermanos Lumière el 28 de Diciembre de 1895, cuando proyectaron la salida de los obreros de la fábrica de Lyon, la destrucción de un muro y la partida de un barco. George Méliès fue el pionero del espectáculo con Viaje a la Luna. A ellos, a ellos les debo mi pasión.
Mamá siempre me cuenta que cuando estaba en la panza, ella miraba películas que yo ‘escuchaba’ y supone que ahí empezó todo. A los dos años (según ella) vi mi primer película. No entendía mucho de qué se trataba, pero creo que como todos los niños, era la película que debías ver si tenías esa edad. Cuando tenía tres años vi a escondidas de ella una parte de Poltergeist III; creo que nunca voy a poder borrar de mi cabeza la imagen de la pequeña protagonista, parada frente a un espejo mientras usaba un pijama colorado. Mamá no me dejaba ver películas de terror, pero aún así me las ingeniaba para verlas. Algunas como La Llamada fueron grandes arrepentimientos, ya que tuve pesadillas por casi dos meses con la protagonista.
Crecí viendo mil y un películas; de amor, de comedia, de drama, de terror; nada que nadie haya hecho antes, definitivamente. A los diecisiete años con un poco de ayuda de alguien amante del cine, me di cuenta que realmente era algo que yo también amaba, que siempre había estado ahí oculto y que estaba saliendo a la luz. 
Después de dieciocho años, no puedo decir exactamente cómo fue el primer encuentro con el cine, pero sí puedo decir cómo me acompañó en mi vida. Hubo películas que vi cuando ni siquiera hablaba, y hasta el día de hoy las recuerdo por cómo me marcaron.
Ya de más grande y con más conciencia de todo lo que estaba a mí alrededor, comencé a prestar más atención a lo que veía.
Cursos, clases en el colegio o en la facultad, siempre disfrutaba de saber más del tema. Dicen que cuando una persona quiere saber más de algo en particular no para hasta querer saberlo todo, y sé que es eso lo que me pasó, me pasa y siempre me va a pasar.

El Género
El cine de Culto es uno de mis preferidos, de esos géneros para los que no hay día, ni horario ni mucho menos estado de ánimo. Siempre va a ser el mejor momento para disfrutar de Boyle, Fincher, Kubrick, Tarantino que nos deleitan con Trainspotting, Fight Club, A Clockwork Orange, Kill Bill y mil clásicos más infaltables en cualquier filmoteca, los cuales tienen como objetivo hacernos volar y que en nuestras mentes quede dando vueltas un mensaje, el cual si vimos la película con atención vamos a entender y si no, tendremos que mirar una y otra vez hasta comprenderlo.
Pero no todo es convencionalismo estético o narrativo, Allen también fue uno de los grandes encargados de hacerme amar el séptimo arte haciéndome dar cuenta de que en hay mucha magia en la vida, y que sólo hay que saber ver más allá de lo que nuestros ojos miran. Que las ciudades son más hermosas de lo que podemos ver a través de sus edificios, que hay secretos ocultos, verdadera magia oculta.
Las rom-com son aquellas tan odiadas por quienes aseguran mirar ‘buen cine’. Pero, ¿qué es el buen cine? Si hay algo que hay que aprender, es que no existe el buen cine o el mal cine, en este mundo todo es subjetivo y lo que para algunos puede ser bueno para otros es terrible. Una buena comedia romántica por tonta que sea nunca le viene mal a nadie. A todos nos gusta de vez en cuando creer un poco en los cuentos de hadas y en el amor verdadero y desear que Justin Timberlake sea nuestro amigo con derechos o que Ryan Reynolds acepte ser nuestro falso fiancé para que no nos saquen la visa.
El terror también estuvo siempre presente. Aunque no me considero una fanática del género, admito que de vez en cuando es bueno tener un poco de miedo a la oscuridad o a caminar sola por un lugar lúgubre. Los espíritus y fantasmas suelen ser mis protagonistas favoritos si se trata de esto, aunque un vampiro que ataca a mitad de la noche o una horda de zombies de vez en cuando también es bienvenido.
Y el drama, aquello que incluye risas y llanto de la misma manera que hasta locura. Aquellas películas que nos replantean nuestra vida desde una mirada más real, nos hacen pensar si estamos haciendo bien las cosas o no, buscan psicologearnos desde una perspectiva ficcional para que apliquemos en nuestra vida lo que nos ‘enseñan’.

Mi Vida y mis Géneros
Una de las películas que más me marcó fue la que mencioné más arriba, la primera que ví, El Rey León. Como a muchos, la muerte de Mufasa fue una de las escenas más traumáticas de la infancia, pero a mí me traumó más que a muchos, creo. Lo mismo pasó con Tarzán. Disney se encargó desde chicos de hacernos dar cuenta de que no todo en esta vida es color de rosa, aunque Cenicienta termine casándose con el príncipe azul.
Crecer sin alguien esencial en tu vida a veces es más duro de lo que pueden llegar a imaginarse y hace que nos demos cuenta lo efímero que es todo, lo rápido que pueden pasar los momentos, las escenas. Saber disfrutar de un buen minuto es vivir realmente.
Diferentes películas estuvieron presentes en diferentes momentos de mi vida, ya sea por lo ansiosa que estaba por verlas, por lo mucho que se asemejaban a mi realidad o por lo mucho que deseaba que se convirtieran en ella.
The Last Song es aquella película que veo dos veces cada Junio desde que se estrenó porque sé que voy a llorar de principio a fin extrañando a alguien que casi no conocí; He’s Just Not That Into You, Mean Girls o Stuck in Love son las que veo cuando siento que tengo que el corazón roto; Before Sunrise cuando quiero creer que el amor verdadero existe y que hasta en un tren puedo encontrarlo; The Breakfast Club o Cruel Intentions están presentes cuando quiero compenetrarme con una trama sin que después me auto-cuestione; The Shining, Psicosis, Donnie Darko están cuando quiero que mi cabeza vuele sin sentimientos; y nunca puede faltarme alguna de Judd Apatow cuando sólo quiero reír reír y reír.
Si de algo estoy orgullosa, es de saber qué película es ideal para cada momento de mi vida, para poder vivirlo y sentirlo. Saber qué ver cuando quiero llorar, cuando quiero sonreír de felicidad o reír porque alguien se cayó, cuando quiero estar feliz porque el protagonista consiguió el trabajo de sus sueños o gritar de miedo porque hay un fantasma en la casa. Pero eso es algo que se aprende con el tiempo, con las películas que vamos sumando a la infinita lista de vistas, no es algo que viene programado, marcado en nuestro destino -¿o sí?-.

Yo
Mi visión subjetiva me dice que alguien que no ríe verdaderamente con una película, o no llora o no la sufre, se está perdiendo muchas cosas del mundo. Y sobre mí, digo que creo que no tengo sonrisa más real que la que esbozo cuando el protagonista es feliz o cuando se da cuenta que no necesita a nadie más que a sí mismo para ser feliz. Y que no tengo lágrimas más legítimas que las que aparecen cuando el protagonista pierde a alguien que ama o le rompen el corazón. Porque eso es lo que busco en este amor; liberarme de toda la realidad, y por el tiempo que dure el film, olvidarme de todo lo que me rodea, todos mis problemas, los malos momentos, los corazones rotos, hasta incluso las felicidades. Busco irme por un momento a otro universo donde yo estoy presente en la trama que estoy viendo y donde nada importa más que eso, olvidarme por un momento de que soy una persona real y existo con una vida real en el planeta Tierra.
No recuerdo como me sentí cuando empecé con este amor, pero sé y tengo muy presente cómo me siento.
Hay momentos de tu vida que no vas a olvidar; como cuando viste tal película con cierta persona, o cuando una persona en particular te recomendó una película o cuando cumpliste años y fuiste con tus amigos al cine. Diferentes momentos que marcan una vida –o muchas- y quedan plasmados gracias a una pantalla.
Los silencios, las sorpresas, las risas, los llantos. Cuando algo te penetra en lo más profundo de tu alma y tu corazón no se puede evitar ni mucho menos volver atrás, ya está ahí y nunca se va a ir. Es tarde para arrepentirte e intentar no ver esas imágenes que por el resto de tu vida vas a recordar y citar cuando encuentres un episodio real que cuadre.
Porque de eso siempre se trató. De reconocer en mi vida una escena gloriosa de una película o de citar una frase esperando que alguien entienda de qué hablo.
Ese amor por el cine de todas las épocas, el que me puede sacar una sonrisa o ayudarme a desahogarme y romper en llanto cuando los nudos en la panza son más fuertes que todo. Ese temblor no sólo en las rodillas, si no en todo el cuerpo, ese temblor que me avisa que nunca voy a olvidar lo que vi y escuché.
Eso es amor. Amor por el cine. Amor que no importa cuán criticado sea, siempre va a estar, nunca me va a defraudar y va a ser más real que cualquier otro.  

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